No es sólo el gas… Basta con hablar con los empresarios del sector metalúrgico, pero también con los fabricantes de embalajes de madera, los albañiles o los artesanos para darse cuenta de que el problema del suministro de gas desde Rusia es sólo la punta del iceberg, cuya parte sumergida corre el riesgo de desequilibrar el sistema productivo europeo. Si se pregunta por qué los clavos cuestan hoy tanto más que en el pasado, he aquí la respuesta: Rusia es el segundo productor mundial de este metal… precedido sólo por China (su histórico aliado comercial).
Lo que más preocupa a Europa, en cuanto a la transición energética (necesaria para independizarse de la Rusia de Putin), es que el país que posee la mayor parte de los metales indispensables para hacer realidad las tecnologías más innovadoras y respetuosas con el medio ambiente, como los coches eléctricos, es la propia Rusia.
En Norilsk, en Siberia, por ejemplo, se encuentra uno de los yacimientos de níquel más importantes del mundo, uno de los pocos depósitos de sulfuro de níquel que puede procesarse a un coste relativamente bajo y con un mínimo de residuos, mediante una sencilla técnica de flotación para obtener el níquel de clase 1, esencial para la producción de cátodos de baterías de iones de litio. Nornickel (otra explotación minera rusa) es el mayor productor mundial de paladio (casi 74 toneladas el año pasado, el 40% de la producción mundial) y uno de los más importantes de platino (10% de la producción mundial, con unas 18 toneladas).
La cadena de suministro del paladio también es actualmente crítica debido a la especificidad de su uso: el 85% se utiliza en los convertidores catalíticos para reducir las emisiones en los motores de gasolina. La situación es, por tanto, muy delicada, y no sólo a corto plazo debido a las evidentes repercusiones económicas del conflicto entre Rusia y Ucrania, sino también con respecto a un horizonte temporal más amplio, con vistas a la transición energética.